Lágrimas negras aún brotan de los ojos.
Negras por cargar el negro color del desprecio.
Tanto sufrimiento esparcido por las almas,
tanta historia impregnada de injusta tiranía de la raza blanca.
-Gabriela Ortiz

Sus pronunciados labios y su figura curvilínea hacen perfecta sintonía con el pelo de pequeños espirales que se posa sobre su rostro mulato y radiante. Y es precisamente ese cabello voluminoso el que la ha hecho objeto de piropos, pero también de rechazo y miradas extrañas. La única vez que quiso verse a sí misma luciendo un pelo lacio, visitó un salón de belleza en el que ‘los peros’ la empujaron de vuelta a casa, con sus rizos, los cuales disfruta y luce naturalmente desde entonces.

Para Gabriela, 25 años de vida han sido suficientes para desarrollar una conciencia plena de lo que es ser negra en una isla donde todos somos “resultado de tres razas”: del indio, el negro y el blanco español. Así lo evidencia a través de su poema Histórica sinrazón, en el que cuestiona hasta cuándo un color de piel será motivo de tanto sufrimiento.

“Estamos en una sociedad evidentemente racista, aunque no se quiera aceptar. Eso se ve hasta en los mismos conceptos lingüísticos que están en el diario vivir […], como el de las aguas negras para mencionar el agua sucia. (Existe) esa correlación entre lo que es malo, apesta y es de negro. En ese sentido, ser negro en esta sociedad, cuesta”, lamentó Gabriela, a pesar de no sentirse marginada, quizá porque su color de piel no es tan “evidentemente negro”.

Sí, reconoce que ser negra no es percibido precisamente como una gran virtud, pero eso no la hace querer evadir su ascendencia. “Yo me considero una joven mujer puertorriqueña que está bien segura de su afroascendencia, y que la respeta y se siente a gusto luciéndola así tal cual. Con lucir tan libremente esa identidad, trato de evocar una raíz que está ahí escondida, darle voz a eso que la sociedad trata de callar”, expresó con confianza en sí misma.

La joven cagüeña se hace eco de expresiones en defensa de la mujer puertorriqueña, la equidad y la justicia social

Su idea tampoco es tener una guerra contra lo blanco, pues incluso persigue una maestría en lingüística hispánica de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras. Precisamente, el ambiente del campus ha sido clave para desarrollar un pensamiento crítico e identificar las deficiencias del sistema escolar para restarle poder al racismo. Da como ejemplo, el rechazo de los niños a representar al africano en los famosos días de la puertorriqueñidad, y se lo atribuye al hecho de que siempre se ha limitado al negro a su rol de esclavo, mientras que se muestra al blanco “como la persona que es superior”.

Gabriela admite que el sistema hace difícil el que podamos deshacernos de esos estereotipos. “Ya estamos moldeados. Ese proceso de desaprender lo aprendido es bien costoso. Si tú, como adulto, ya has ido creciendo con unos moldes que ya están adquiridos, poder transmitirle algo que no te han enseñado a ti a una nueva generación es un proyecto bien difícil”, reconoció.

Sin miedo al reto, se ha propuesto ventilar sus ideas, no solo a través de palabras, sino con simples actos que traen el tema del racismo al ruedo. Llevar un turbante como parte de su atuendo es una pequeña estimulación que le recuerda a la sociedad que no todos quieren llevar el pelo lacio. “Si me miras, es tu problema. Quizá es un acto de rebeldía, en términos estéticos, de querer romper unos esquemas que ya están puestos”, confesó la joven, quien también defiende el tema de la independencia política de la isla.

Es común encontrar a Gabriela en actividades y marchas en pos de la independencia de Puerto Rico

Gabriela considera que existe un vínculo estrecho entre el colonialismo y el racismo, y que la idea de que somos producto de tres razas es un concepto construido para alejarnos de una identidad definida. El coloniaje, así como la simbología de la fusión de tres razas, dejan al puertorriqueño “en el limbo, en la nada”. “Eso de la unión de las tres razas es un concepto que los que ostentan el poder y los que han formado la cultura desde un principio, nos han (hecho creer). Maquiavélicamente han pensado cómo ir formando la puertorriqueñidad de cada individuo”, reflexionó, mostrando el deseo de poder revertir esa noción.

Si a tan corta edad es tan consciente de las problemáticas políticas y sociales de Puerto Rico, es gracias al ambiente en que creció: una familia unida, que siempre la hizo sentir segura y estable. “Hasta cierto punto, soy lo que soy ahora porque esa solapa estuvo bien construida. Siempre se ha pensado en términos de libertad en mi casa. Exhibiendo lo que soy es la manera de sentirme más libre. En términos políticos, me han llevado por ese campo de lo que es la libertad, y yo he podido agarrar todo ese concepto y traspolarlo a cómo yo me siento en mi cuerpo”, agradeció la joven, amante de la cultura.

De hecho, ha podido canalizar su pasión a través de su trabajo como periodista en la Fundación Nacional para la Cultura Popular, espacio que intenta aprovechar para darle voz a grupos de bomba y todo tipo de actividades ligadas a la negritud puertorriqueña. De esta manera, se une a las iniciativas que refuerzan la identidad y el aprecio “por lo que
uno es”, al tiempo que estrecha lazos de amistad con personas que comparten sus ideales.

La joven cagüeña disfruta un estilo de vida que promueve el amor por lo que somos y, mejor aún, el respeto y apego a lo que creemos justo y libertador. No se trata de una lucha contra el mundo, sino del regocijo de mostrarse tal cual, iluminando con negritud.

Semblanza redactada en el 2016.