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Puerto Rico

“Lo único que lamento de no estar en Puerto Rico es mi gente y la comida”

Ayer, compartí mi opinión sobre las diferencias entre Estados Unidos y Puerto Rico, y cómo inciden en nuestra calidad de vida. Compartí el escrito en mi Facebook, y pregunté a mis amigos por su punto de vista. ¿Dónde se vive mejor?

Las respuestas fueron variadas, y añadieron mucho más profundidad a mi escrito. A fin de cuentas, yo escribo desde mi experiencia y no en nombre de la diáspora boricua.

En mi caso, elegí a Puerto Rico, pero mi hermana (porque ya llamarla amiga se queda corto) compartió una perspectiva muy diferente, y pensé que sería interesante mostrar esta otra cara de la moneda. Aquí sus palabras:

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Estados Unidos vs. Puerto Rico ¿En dónde vives mejor?

Cerca de seis millones de puertorriqueños viven en Estados Unidos, mientras que poco más de tres millones se encuentran en la isla. ¿Por qué? ¿Es la nación norteamericana mejor que esta islita caribeña?

Discutamos los pormenores para ver: ¿En qué nos supera Estados Unidos? ¿En qué ganamos nosotros?

Economía

Empecemos por este punto, ya que, en mi opinión, es LA RAZÓN por la que hay tantos boricuas en Estados Unidos. Lamentablemente, conseguir un trabajo, crecer dentro de una empresa, ganar un buen salario y, en resumen, «echar pa’lante» es más viable en el norte. Los trabajos en Puerto Rico exigen mucho y pagan poco, razón por la cual muchos toman el avión en busca de oportunidades y crecimiento profesional.

Estados Unidos, sin duda, gana esta contienda. Pero, más allá de eso, ¿qué nos ofrece «la tierra de la libertad»?

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Puerto Rico, me tiras y me levantas

Este fin de semana se discuten problemas sociales, políticos y ambientales de nuestra isla, y a mí no me deja de parecer contradictorio el ver los paisajes de ensueño que me ofrece mi terruño, a la vez que leo la violencia, la corrupción y la indiferencia en periódicos y redes sociales.

Y es que, si amas esta isla, es muy probable que te hayas sentido abrumado, defraudado e impotente ante tantas situaciones que van convirtiendo nuestro pedacito de tierra en un campo de dificultades.

Y así van nuestros ánimos, cayendo ante las injusticias, pero siempre levantándose ante la majestuosidad de este 100×35. Puerto Rico me tira y me levanta…

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Recuerdos, vejez y lucha

Memorias del Puerto Rico de los 40 y las vicisitudes de la vejez en pobreza

William, como muchos puertorriqueños de su edad, no sabe de orgullos ni tiene lugar para lujos. Vive en un campo de San Sebastián, junto a su esposa, Aida, quien ha ido perdiendo su estabilidad mental desde hace tres años. Se desconoce qué mal la está atacando, pues viven el día a día sin pretender que un médico diagnostique y cambie el camino ya trazado. Aquella mujer que antes se dedicaba a mantener la casa limpia ha perdido la noción del tiempo y espacio, y hoy el olor a orina se esparce por todo el lugar.

El hombre, mejor conocido como Quiti, tiene 76 años y proviene de una familia pobre, compuesta por sus padres y 11 hermanos. Aún no entiende cómo sus progenitores pudieron cubrir las necesidades básicas de aquellos niños, pero aseguró que el plato de comida nunca faltó en su casa, aunque fuera en pequeñas porciones. Los dos dólares con ocho centavos que ganaba su padre, al día, daban abasto para, al menos, alimentarse. Además, vivir en el campo les aseguraba alguna que otra fruta, ñames y verduras.

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Un español en Puerto Rico: La madre patria y su hijo dependiente

Un coruñés opina sobre las diferencias entre España y nuestra isla

“Ver generaciones completas dependiendo del gobierno, que no quieren salir a trabajar, que no quieren independizarse, a mí no me gusta. Sé que es lo fácil. ´Me dan mis chavos, me pagan mi casa, mi Internet y no hago nada´, pero eso no es vida. Uno tiene que tener un orgullo personal para salir adelante y llevar adelante a su país”, reflexionó José Calvete, un inmigrante español que vive en Puerto Rico hace casi seis años.

Y es que, a pesar del tiempo que lleva como residente en la isla, aún no puede entender la cultura de trabajo (o de no trabajo) que impera. Se cuestiona cómo es posible que en una isla 100×35 el pescado y los mariscos frescos sean tan difíciles de conseguir y se comercien a un precio tan poco accesible.

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“Ser negro en esta sociedad, cuesta”

Lágrimas negras aún brotan de los ojos.
Negras por cargar el negro color del desprecio.
Tanto sufrimiento esparcido por las almas,
tanta historia impregnada de injusta tiranía de la raza blanca.
-Gabriela Ortiz

Sus pronunciados labios y su figura curvilínea hacen perfecta sintonía con el pelo de pequeños espirales que se posa sobre su rostro mulato y radiante. Y es precisamente ese cabello voluminoso el que la ha hecho objeto de piropos, pero también de rechazo y miradas extrañas. La única vez que quiso verse a sí misma luciendo un pelo lacio, visitó un salón de belleza en el que ‘los peros’ la empujaron de vuelta a casa, con sus rizos, los cuales disfruta y luce naturalmente desde entonces.

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7 cambios de un puertorriqueño que emigra a EE. UU.

  1. La comida de tu país sabe mejor que siempre

Pareciera que son ingredientes de lujo, pero son los que usaste toda la vida sin darte cuenta que son perfectos para tu paladar. Ahora, no cambias un plato de tostones por uno de langosta; te esmeras más que siempre haciendo las habichuelitas guisadas, y los pasteles dejan de verse como masa de guineo con carne para convertirse en mismísimos pedacitos de cielo.

  1. Tus ahorros ahora tienen nombre y apellido: pasajes para Puerto Rico

Nada podría verse tan hermoso en tu clóset, como una maleta lista para ir a Puerto Rico. Así que te olvidas de la ropa, zapatos y carteras, y ahorras para comprar un asiento que cruce el océano que te distancia de la isla. No necesitas más.

  1. Ir al supermercado cobra un nuevo sentido

No cualquier supermercado, sino aquel que tiene la palabra ¨latino¨ en su nombre. Es como entrar a una fiesta en honor a ti mismo, donde puedes sonreír, hablar y hasta bromear con cualquiera. Ver una malta India, un paquete de Arroz Rico o una pila de hojas de guineo es motivo de celebración. ¿Quién lo diría hace un mes atrás, ah?

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