Queda evidenciado que el ejemplo de los padres delimita cómo los hijos ven la vida y sus posibilidades

Transcurren los años y perdemos la autenticidad de dejar volar los ¨te amo¨ y las caricias tiernas. Vamos perdiendo el don de expresar las cosas tal cual las sentimos. Pero, sobre todo, llegan las inhibiciones, y nos encierran en marcos que delimitan cómo se comporta un adulto y qué actuaciones tienen que formar parte del pasado para abrazar la ¨madurez¨. Puede ser tarde cuando, desilusionados, descubramos que aquella transparencia y nobleza son la clave para ser alguien realmente grande.

Mia y Edgardo aún no han cruzado la puerta a esa otra dimensión, donde lo mismo se ve tan desigual. Los hermanos de cuatro y cinco años respectivamente, con sus voces todavía tiernas, están convencidos de que alcanzar los seis años es abrazar la adultez e independencia. Edgardo imagina cómo podrá utilizar vasos grandes y tomar piraguas ¨hasta de colores¨. ¡Eso es vida!

Pero no todo es diversión. Reconocen que llegará el momento de cumplir con otros roles. Mia, por su parte, imagina que será doctora ¨para curar a las personas enfermas¨; policía, ¨para meter a la cárcel a las personas que hacen todas las cosas malas¨, y mamá, ¨para regañar a mis hijos¨.

De hecho, ambos tienen bien planificada su vida como padres. ¨Tú tienes que ser papá de mis hijos¨, le aseguró Mia a Edgardo, quien aceptó sin dilaciones. ¨Mi novio va a ser Edgardo cuando yo sea grande. Cuando mis hijos crezcan, Edgardo se va a ir de mi casa, pero, como sea, vamos a ser esposos¨, explicó la niña, que se distingue por su personalidad vivaracha y creativa. De esta manera, aseguró que le ¨prestarᨠsus hijos a su esposo (Edgardo) ¨para que puedan ir a unas casas que no han visto¨.

La imaginación de los niños, por supuesto, está ligada a la realidad de sus padres, quienes están separados. Se plasma en sus conversaciones la manera en que entienden ese divorcio, que ha sido más chocante para Edgardo. El niño aseguró, cambiando su voz vibrante a tono afligido, que su día más triste fue cuando el deseo de ver a su padre no le permitió dormir. Afortunadamente, recuperó su energía cuando recordó sus momentos más felices jugando videojuegos con su papá, con quien comparte en los fines de semana. Aseguró que esta felicidad está acompañada de su mayor deseo: jugar Wii siempre.

Mientras llegan los tan soñados hijos, Edgardo y Mia disfrutan cada etapa de la niñez juntos. La diferencia en sus personalidades no les impide amarse desmedidamente, cuidarse y disfrutar la compañía del otro. Pero hay momentos en que prefieren apartarse. Mia, por ejemplo, explicó que no puede incluir a Edgardo en todos los juegos que comparte con sus amigas. ¨A veces, juego juegos de niñas que Edgardo no puede jugar, porque son juegos de niñas adultas¨, aseguró, para luego explicar que, como ¨Edgardo es más grande, a veces puede darle golpes a mis amiguitas cuando se acerca demasiado¨.

El chico, por su parte, no considera que hay juegos en los que debe excluir a su hermana. ¨Hay más (juegos) mezclados, porque las niñas no dan mucho¨, explicó, para ser interrumpido por la benjamina, quien aprovechó para mostrar sus bíceps y presumir su fuerza física.

El balance de fuerzas, precisamente, es la clave en esta hermandad. Edgardo planta su bandera con el argumento de ser mayor. Aprovecha cada oportunidad para recordarle a Mia que le falta un camino por recorrer para alcanzarlo. Cuando hablan de la escuela, le recuerda a su hermana, en tono de burla amistosa, que mientras ella esté en kínder ya él ocupará un pupitre en el salón de primer grado. Para él, es una ventaja significativa. Mia, por su parte, aprovecha su personalidad más dominante para imponerse cuando surge la oportunidad. ¨¡Oye, Edgardo, oye, oye!¨, le grita si el niño osa interrumpirla.

No es extraño, entonces, que mientras Mia considera a Edgardo como el hermano perfecto, el niño considere que su hermana debe ser ¨menos peleona¨. La verdad es que cada cual tiene su momento para dominar y ser dominado. Esa es la clave de su unión.

A estas alturas de la conversación, es difícil tenerlos enfocados. Sus respuestas, inicialmente rápidas, ahora están interrumpidas por otras actividades: brincan en una pierna, juegan con el ventilador, simulan hacer ejercicios con pequeñas pesas, corren, juegan, gritan, y, en ocasiones, pelean. Es momento de hablar con mamá.

¨Mia y Edgardo, para mí, son mis mejores maestros, porque todos los días aprendo algo con ellos. Siento que ellos no son míos, que yo soy de ellos. Tengo que hacer que mi vida sea lo que yo entiendo que es lo mejor para ellos. Así que ser mamá es como dejar de ser Denisse para Denisse, y ser para ellos¨, expresó la joven de 28 años.

Denisse explicó que sus hijos tienen personalidades muy distintas. ¨Mia es una chica brillante, muy analítica. Yo siento que Mia me lleva un paso al frente. Es una chica bien despierta, bien demanding de atención. Pero, igualmente, es una nena bien cariñosa y bien open¨. Edgardo, por su parte, ¨es un niño más tímido, y se le hace más difícil expresar sus sentimientos. Se le hace bien difícil que sus papás vivan en casas separadas¨, expresó.

Para Denisse, sus hijos tienen un vínculo especial. ¨Cuando voy a dejar a Edgardo (en la escuela), la despedida es como si ellos no se fueran a ver nunca más. ´Dame un beso. Dame un abrazo. Dime un te amo´¨, le suplica Mia a Edgardo, en un acto de amor auténtico.

Sin duda, la relación de estos hermanos se basa en un afecto genuino. Hay peleas, hay competencia, hay diferencias, pero el lazo de hermandad se sobrepone a todo para mantenerlos unidos, ¨hasta en matrimonio¨. ¡Niñez, hermoso candor!