
“Si hoy fuera el último día del mundo, y yo estuviera frente a ese dios, yo le diría: ´Vergüenza te debe dar que tú me permitiste tener la capacidad de leer esa Biblia que tú tanto inspiraste a unos cuantos a escribir, con tantas fallas que tiene, donde hay historias ridículas, estúpidas, morbosas, donde hasta cuentan que a la mujer hay que picarle la mano si se mete en la pelea de su marido. Vergüenza te debe dar si eres el dios que tanto tú dices. Yo amo mi vida y respeto a la mujer. ¡Tú no respetas a la mujer! Tú eres un dios machista. Castígame para la eternidad si eres un dios de amor. ¡Castígame! Qué me queme en el infierno por el resto de la vida, (si eres) ese dios de amor´”.
Así exclamó Fernando, un maestro de inglés que considera la Biblia como una falta de respeto para el intelecto humano. Y es que, aunque creció asistiendo a la Iglesia Católica, ni siquiera siendo niño pudo creer las historias del libro sagrado del cristianismo. A su entender, la obra está compuesta de cuentos igual de irreales que Pinocho o Alicia en el país de las maravillas.
En los años 80, su mamá se inició en el protestantismo. “Aquello era violento, gente tirándose al piso, música estridente, un ambiente bien incómodo para mí como nene chiquito”. Es probable que este tipo de experiencia reforzó el ateísmo que defiende hoy el hombre de 40 años.
Pero hubo un punto clave. Aún recuerda con claridad aquel comentario que soltó su tío sobre el origen de la especie humana. “Si Adán y Eva tuvieron dos nenes, ¿de dónde esos dos nenes tuvieron hijos? Porque eso era lo que había, eran cuatro seres humanos en el mundo”. Esa pregunta quedó grabada en su mente, y cuando llegó a la universidad encontró su respuesta: no tiene sentido porque no es real.
“La Biblia yo la leo como entretenimiento, a mí me gusta. Es un libro que tiene todos los elementos de la literatura, pero me ofende. Hello, no tiene sentido común”, dijo convencido, para añadir que se considera un conocedor de dichas escrituras.
De hecho, hizo referencia a varias historias bíblicas que considera insultantes. Hizo alusión al libro de Jonás y el gran pez, la tentación que provocó la víbora a Adán y Eva, y las varas de Moisés y Aarón que se convirtieron en serpientes.
Pero si hay un relato que le hace cuestionar la benevolencia de Jehová es el del arca de Noé. Le resulta inconcebible que siete personas de una misma familia, fueran los elegidos para perpetuar la raza humana. “¿Tú te imaginas esa imagen de cuando bajaron las aguas? To´ esos cuerpos pudriéndose, animales, bebés, ¿y solamente siete personas habían dignos?”, cuestionó quien, además, considera científicamente imposible el que un número tan reducido de personas pudiera hacerse cargo de una cantidad tan exorbitante de fauna.
Estos análisis lo motivan a hablar abiertamente de su convicción atea en sus redes sociales, la escuela y cualquier otro lugar. No se pone de pie cuando, en los actos protocolares, hacen invocaciones y, de ninguna manera, permite que religiosos utilicen su salón para promover la religión cristiana. Este comportamiento ha levantado grandes tensiones con sus compañeros de trabajo, quienes aprovechan parte del periodo de salón hogar para promover sus ideales cristianos.
Aunque Fernando se denomina como un maestro “neutral” en cuanto al tema religioso, aceptó que tiene carteles con citas alusivas al tema. “La religión de una época es la diversión de otra”, es uno de los textos que adorna sus paredes. Admitió que, igual como otros maestros adelantan sus agendas, él siente el compromiso de alejar a sus estudiantes de lo que considera supersticiones.
No solo sus compañeros de trabajo juzgan su manera de pensar. Si utilizamos como referencia un estudio del Pew Research Center’s Forum on Religion & Public Life del 2012, encontramos que el 97% de la población puertorriqueña es cristiana. Con esto en mente, no resulta extraño que Fernando se identifique con las minorías.
“Esto es igualito que cuando tú le confiesas a tu familia que tú eres homosexual. Yo soy una minoría igual. Ese es el último bastión del discrimen, el ateísmo. La gente no se atreve a discriminar al frente de la gente a un homosexual o a un negro, pero todavía se atreven si eres ateo”, aseguró quien tuvo problemas con su hermana por publicar en sus redes sociales mensajes ligados al ateísmo.
Este discrimen le hace sentir convencido de que primero habrá un presidente estadounidense gay, antes que uno abiertamente ateo. Creer en Dios o, al menos, hacerse pasar por creyente, es requisito para cualquier político.
Muchas son las razones que identifica Fernando para no creer en el dios cristiano. Primero, porque opina que el cristianismo llegó por casualidad a la isla. Bien podríamos estar adorando a Yukiyú o Juracán si los españoles no se hubieran perdido en su ruta hacia India. Segundo, porque no considera correcto inventar una “superstición” para explicar las cosas que no entendemos. Tercero, porque no lo considera lógico ni posible.
No obstante, reconoce que las estructuras organizadas del cristianismo promueven ciertas prácticas positivas, como la ayuda al necesitado y el servicio comunitario. El problema está en pensar que sin religión no hay moral, aseguró quien se considera una buena persona, dispuesta a ayudar a quien necesite.
Fernando está seguro de que, dentro de 40 años, el cristianismo perderá su fuerza. Cada vez más personas “se liberarán de esa superstición”. Igual como los adultos dejan de creer en Santa Claus y los Reyes Magos, se desharán de Jesucristo. Al menos, eso espera.
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