¿Cuáles son nuestras diferencias? Desde la comida hasta lo que se permite en el sexo…

En Puerto Rico y otras partes del mundo, dos etiquetas son comunes cuando se habla de creyentes del islam, conocidos como musulmanes: terroristas y abusadores de mujeres. Hablar con Farzad Khazraee, un iraní y kuwaití musulmán que reside en la isla hace 18 años, dista mucho de sentir amenaza o miedo. Farzad saluda con el tradicional “as-salam aleikom” (que la paz esté contigo) y prefiere hablar inglés con su acento particular, sin desaprovechar la mínima oportunidad para bromear sobre las diferencias culturales entre Puerto Rico y sus raíces.

Para entrar en contexto, y a manera de resumen, el islam es una religión monoteísta (cree en un solo dios) que se rige por un libro sagrado: el Corán. Igual como el cristianismo se divide en varias ramas (católicos, protestantes, etc.), el islam se divide en varios grupos. El más común es el movimiento suní. Del otro extremo, están los chiíes, dominantes en Irán, quienes son mucho más estrictos y centran más importancia a que nada ni nadie aparte la mente del musulmán de su religión. A esta rama pertenece la familia de Farzad, doctor en oftalmología.

A grandes rasgos, la diferencia más notable entre países musulmanes y nuestra isla es la relación entre el gobierno y la religión. Aunque en Puerto Rico el cristianismo es la religión dominante, se limita a ser una creencia personal que en nada debe ligarse con las leyes y decisiones judiciales. Por otro lado, en países como Irán y Kuwait, el gobierno se basa en la religión, por lo que no es posible ser ciudadano iraní sin ser a la vez musulmán. “Tienes que serlo porque el gobierno lo exige. Incluso, si estás casado, pero eres de otro país, tienes que tener un papel que certifique que aceptaste el islam como tu religión”, explicó el hombre que domina cuatro idiomas: farsi, árabe, inglés y español.

A diferencia del cristianismo, el islam es un estilo de vida que delimita cada participación del humano en sociedad y privacidad. Por ello, sus fieles deben cumplir con los cinco pilares que conforman la esencia de la religión: aceptar que no hay más dios que Alá, y que Mahoma es su profeta; hacer cinco oraciones diarias, que son una muestra de su compromiso con dios; ayunar durante el mes de Ramadán, sin sexo ni comida durante las horas diurnas; dar el Zakat, una aportación a los pobres, y peregrinar a la Meca (ciudad natal de Mahoma) al menos una vez en la vida, si tiene la posibilidad.

Si algo Farzad destaca como una diferencia entre Puerto Rico y las tierras musulmanas es el contraste en percepciones sobre lo que es la mujer, el hombre y sus relaciones. Aunque el doctor dejó claro que el islam no promueve el maltrato a la mujer, como se hace ver en las telenovelas y películas occidentales, admitió que la religión sí estipula que el hombre es la figura dominante.

“Aquí la mujer tiene derechos legales igualitarios. Allá, la mujer tiene el 20% de los derechos, y el hombre, el 80% restante. ¿Por qué? Porque allá el hombre es una máquina de dinero, una máquina poderosa que mueve la sociedad, la economía y el poder de los países musulmanes hacia adelante, no así la mujer”, explicó Farzad, para luego añadir que el rol de la mujer musulmana es “cuidar de los niños, cuidar del esposo y de ella misma, de su salud. Pueden hacer ejercicios o jugar fútbol, no tienen ningún problema con eso. Lo que no pueden hacer es querer estar por delante del hombre, dominarlo”.

En cuanto a la actividad sexual, las normas también están claramente establecidas. “Incluso, después que te casas, hay reglas de cómo comportarse sexualmente. Lo que se ve en la pornografía de aquí, que ´algo´ (haciendo referencia al pene y la vulva) se mete en la boca, eso es totalmente ilegal, tanto para el hombre como para la mujer. ¡Eso no es para la boca! ¡Es absurdo! Los hombres no pueden pedir eso. Las mujeres podrían quejarse y divorciarse. La noción del islam es procrear bebés”, exclamó Farzad, para luego explicar que “si quieres placer, tienes que pagar por él”.

La prostitución está prohibida en el islam, pero existe lo que Farzad describe como “un tipo de prostitución a través de un contrato legal con duración temporera que gira en torno al sexo”. El proceso consiste en asistir a un establecimiento donde se elige la mujer de preferencia, a base de su edad y características físicas. El precio se estipula a base del tiempo que se solicite como compañera. “Ella puede utilizar ese dinero para subsistir si, por ejemplo, murió su padre y está en necesidad”, explicó quien se siente musulmán “de corazón”, mas no practica la religión como lo manda el Corán.

Luego de tantos años viviendo en Puerto Rico, Farzad reconoce que se siente extraño cuando viaja a Irán cada seis o diez años para colectar la herencia que dejó su padre. “Me pregunto: ´¿Qué les pasa a esta gente? ¿Han escuchado alguna vez de Jennifer López, Ricky Martin? ¿Y qué es ese olor?´. Miré a la izquierda y vi la cabeza de una cabra. Estaban cocinando el cerebro. ¡La gente come cerebro de cabra en el desayuno! También tenían el hígado de oveja al fuego, como si fuera el churrasco que acá hacen en la playa de Jobos”, dijo en tono jocoso y entre risas. En un tono mucho más serio y reflexivo, abundó: “Es raro que me fui de ese país y cuando vuelvo con el bagaje de nuevos horizontes en mi cabeza, que no tienen ningún valor en ese país, me siento tan extraño”.

Ha vivido 18 años en esta tierra, donde hay separación entre iglesia y estado, las féminas llevan el cabello al descubierto, no hay catálogos para rentar mujeres y el sexo oral nada tiene de prohibido. Diferencias abismales separan a Irán de Puerto Rico, pero Farzad ya se siente en casa. ¡Qué viva la diversidad! ¡Ojalá!