Casarse por primera vez es un cambio importante en la vida, y no fue la excepción para Eliomar, quien nos cuenta cómo tuvo que adaptarse a una nueva realidad, más independiente de sus padres y enfocado en su esposa, su hogar y matrimonio.

Eliomar nos cuenta…

«Yo no tenía idea de qué era un matrimonio. Aunque mis padres se han mantenido casados toda la vida, es muy diferente ver un matrimonio a tú vivirlo, experimentarlo.

Mis responsabilidades como ‘esposo’ comenzaron desde antes de incluso casarnos. Teníamos planificada la boda perfecta, pero un evento atmosférico llamado (huracán) María nos cambió los planes, e hizo que las responsabilidades matrimoniales se adelantaran. En ese momento, yo debí haber entendido que esa forma de actuar o pensar ante las situaciones que se presentaran en el día a día no iba a cambiar, pero nadie me lo dijo.

La idea que yo tenía de un matrimonio era bien simple: en lugar de ser novios, donde cada uno vive en su apartamento o casa de sus padres, ahora compartiremos el mismo techo. ¡Cuán errado estaba! Dentro de mi ignorancia, creí que era tan simple como tener un ‘roommate’ en la universidad, con la diferencia que dormiríamos en la misma cama.

Pues, nos casamos un 19 de noviembre de 2017, con aproximadamente 20 personas (debido a las circunstancias del momento) y nos fuimos para nuestra luna de miel. Pasaron los meses y todo parecía color de rosa hasta que comenzaron a presentarse situaciones. Que hay que comprar esto, aquello, cambiar esto o lo otro.

Yo tengo la bendición de que mis padres siempre suplieron las necesidades que yo tenía. Si el carro se quedaba sin batería, al otro día tenía batería nueva. Si el carro se le explotó la goma, mi papá siempre estaba ahí para suplir lo que me hacía falta. Nunca me faltó nada. Cuando yo llegaba de la escuela, mi mamá siempre tenía comida caliente para mí. Incluso, después de graduarme de la universidad, aunque ya tenía sueldo propio, siempre que necesitaba algo, ellos me suplían.

Cuando me casé, yo tenía muy poco conocimiento automovilístico, de cómo arreglar una tubería, usar un taladro, trabajar con electricidad, de cómo trabajaban los seguros, de los planes médicos, de planes de ahorro, de pagar un préstamo.

Y no solo eso, también de cómo ser un esposo, como estar presente cuando mi esposa me necesita.

Recuerdo que, en nuestro primer año de matrimonio, se nos dañó el carro. Tuvimos que gastar mucho dinero de nuestros ahorros para poder resolver el asunto y finalmente comprar otro carro. Esa crisis fue algo que me unió más a mi esposa y me ayudó a crecer como esposo, ser humano y también de depender de Dios. La verdad es que, también, mi matrimonio me ha hecho depender más de Dios que nunca.

El matrimonio es una aventura llena de experiencias bonitas, de convivir y pasar tiempo con tu compañero de vida, pero no solo es eso. También hay situaciones que no son agradables y que tienes que aprender a manejar.

He aprendido que “estar presente” y depender uno del otro es el mejor remedio para cualquier situación. No solo cuando hay cosas que ella no sabe hacer o que no tiene la fuerza para realizarlas, ahí estoy yo; si no también he aprendido a depender de mi esposa y entender que ella está presente también. Que puedo descansar en ella.

Todos los días me levanto con la mentalidad de cómo puedo estar más presente en la vida de mi esposa, cómo le puedo suplir las necesidades que ella tiene o necesita, cómo puedo mejorar como esposo y, sobretodo, qué puedo hacer para que el día que yo no esté, ella pueda estar bien y que nunca le falte nada.

Yo creo que quizás mi mentalidad pueda ser un poco old fashion en este asunto, pero la verdad es que me encanta estar casado. Quien me conoce de toda la vida quizás no lo entienda (porque yo mismo a veces no me lo creo), pero casarme ha sido el mejor giro que mi vida ha dado, y estoy agradecido por ello.»