No se tú, pero yo pienso que eso de elegir «el día más feliz de tu vida» es complicado. De hecho, por más que intento pensar en un día específico, no logro identificar uno que se lleve ese premio.

En cambio, sí pienso que hay momentos felices, momentos que se atesoran y que hacen que todo lo negativo y ordinario del día a día cobre sentido y sintamos que nuestras vidas no son tan comunes, que no hay millones que puedan compensar el valor de esos sentimientos y emociones.

En mi caso, y para por fin tocar el tema de la foto tan horrenda que acompaña este título, comer de un plato delicioso, especialmente cuando tengo mucha hambre, es un momento feliz, preciado, hermoso y digno de atesorar con todo el corazón. 😂

Todo el que me conoce sabe que comer es una de mis pasiones, y que genuinamente disfruto esa parte del día en que puedo sentarme y deleitar mis alimentos. De hecho, no me interesa gastar dinero en ropa, zapatos, carteras, prendas, etc. En comida, por otro lado, puedo gastar la mitad de mi sueldo sin remordimiento alguno.

Por supuesto, me hacen feliz situaciones más «significativas». Agarrar la mano pequeña y suavecita de mi sobrina menor mientras caminamos juntas es como tener en mis manos un tesoro invaluable.

Que mis sobrinos mayores me llamen para pedirme ayuda y consejos me hace sentir, no solo feliz, sino orgullosa de haber cultivado esa relación con ellos.

Ver a mi esposo haciendo uno de sus cuentos, con ruidos, dramatizaciones y dibujos incluidos, me hace MUY feliz. Es una recarga instantánea a mis baterías.

Caminar en la mañana, cuando aún la calle permanece en silencio y se aprecia el sonido de los pajaritos, me hace feliz. Y sí, muchas veces estamos tan inmersos en la rutina que se nos olvida que también está en nuestras manos ir en búsqueda de estos momentos. Con tan solo abrir nuestros sentidos a lo que la naturaleza nos ofrece, nos exponemos a un mundo de felices oportunidades.

Compartir con mi familia y apreciar las personalidades de cada uno me hace feliz. Ver a mi mamá riéndose como loca, a mi hermano llorando por recordar algo de la infancia, a mis sobrinos bromeando entre sí, a mi madrina haciendo cuentos de su juventud, a mis primos haciendo uno que otro chiste. ¿No es eso lo importante?

Sentirme productiva me hace sentir feliz. Poder levantarme temprano, hacer ejercicios, trabajar, escribir, dedicarle tiempo a mi mente, distraerme, son todas cosas que me hacen feliz, y lo mejor es que dependen solo de mí.

Chacharear con mis amigos y recordar nuestros tiempos en la escuela me hace feliz. Me siento dichosa al darme cuenta que los conservo a pesar del paso de los años.

En fin, podría escribir por días sobre esos pequeños detalles que le dan color a mi vida.

Lo dejo aquí, y te invito a que pienses tú: ¿Qué te hace feliz? ¿Qué estás haciendo para crearte momentos felices? ¿Estás apreciando esos instantes, o estás dejando que te pasen por el lado sin saborearlos? Mi consejo: disfrútalos tanto como hice yo con ese plato de costillas 😉