Ayer, compartí mi opinión sobre las diferencias entre Estados Unidos y Puerto Rico, y cómo inciden en nuestra calidad de vida. Compartí el escrito en mi Facebook, y pregunté a mis amigos por su punto de vista. ¿Dónde se vive mejor?

Las respuestas fueron variadas, y añadieron mucho más profundidad a mi escrito. A fin de cuentas, yo escribo desde mi experiencia y no en nombre de la diáspora boricua.

En mi caso, elegí a Puerto Rico, pero mi hermana (porque ya llamarla amiga se queda corto) compartió una perspectiva muy diferente, y pensé que sería interesante mostrar esta otra cara de la moneda. Aquí sus palabras:

“Comparar a Puerto Rico con una nación compuesta de 50 estados es algo abstracto. Cada estado es un mundo, y en muchas cosas su propio país, su propia cultura y su propia ‘ideología’.

He vivido en el norte y en el sur, he estado en varios estados, y mi última hazaña fue cruzar de punta a punta el “Main Land”. La realidad es que es relativo, relativo a mil factores distintos: Posición social, ubicación geográfica, cuán cerca o lejos vives de grandes ciudades. En fin… los factores, como dije, son miles.

En lo práctico, y desde mi experiencia (en este momento de mi vida, quizás con los años cambie), si pudiera tener a mi gente conmigo acá, iría a Puerto Rico como turista preguntando ‘where’s the morrou?

Las playas azules (que hasta por eso hay que luchar) no pagan mis cuentas. Ni la sonrisa del viejo del pueblo, ni el cantar del coquí calman mis preocupaciones de inestabilidad. La falta de acceso a recursos básicos como son los servicios de salud es algo que me consterna sabiendo que tengo gente que quiero allá.

La educación, malísima. Dar por sentado que la educación del país sea tan mala que, lo natural, sea pagar por un colegio privado para que los niños tengan mejores oportunidades educativas. Ah, y que la veintiúnica escuela pública decente sea un motivo de orgullo casi elitista decir que uno estudió ahí (sí, hablo de la Patria 😂).

Aquí, sí, es cierto que las escuelas dependen también de dónde vivas, y que el gap económico es significativo… pero al final del día, ricos y pobres van a escuelas públicas.

En PR, los servicios gubernamentales son inexistentes. Para todo hay que tener un plan de supervivencia, si se va el agua, si se va la luz, si se derrumba la carretera… Aquí, es cierto que el IRS me tiene trasquilá, pero yo veo dónde están mis taxes cuando guío por carreteras funcionales; cuando en dos años nunca se me ha ido la luz ni el agua; cuando hay buenos hospitales en cada esquina; cuando la policía y bomberos inmediatamente responden a lo que sea que se necesite.

La criminalidad… es imposible escapar de ella en todos lados en Puerto Rico. Aquí, bueno, cada cual se mantiene en su esquina, y si logras vivir en un buen área, casi no hay de qué preocuparse.

La falta de oportunidades de trabajo… no puedo ni siquiera empezar a mencionarlas porque tendría que escribir un editorial. El gobierno es el primer empleador y es el más ineficiente de los proveedores de servicios.

Si bien es cierto que el costo de vida de Puerto Rico es más bajo, yo diría que es mil veces más alto en relación a lo que es el sueldo promedio del puertorriqueño. De qué vale que sea más barato, si ni eso pueden pagar por lo poco que ganan. En general, aquí se paga más, pero también se gana más.

Ahora, también estoy consciente de que todo esto lo puedo decir desde el contexto de las oportunidades profesionales. Si cruzas el charco para trabajar 10 turnos al día en Walmart, mejor quédate en Puerto Rico. Y que, otra vez, todo depende de dónde uno esté. Cómo asumirás, no son las mismas posibilidades para el que vive en los suburbios que para el que vive en el medio de la nada en el MidWest.

Lo malo, malísimo y peor es que es una vida solitaria, muy individualista. Dependiendo del área en el que estés, los factores sociopolíticos, culturales y raciales pueden ser brutales. Por ejemplo, en Washington nos tratan con amor en todos lados, pero las veces que fuimos de visita en Arizona nos trataban malísimo a cuenta de ser hispanos. 🤷🏻‍♀️

Ahora mismo, yo no me veo jamás en Puerto Rico, pero me gustaría estar más cerca, ir para cumpleaños, para fechas especiales, poder ir uno que otro fin de semana… ahora mismo, eso está muy difícil. Mi corazón siempre va a estar en Puerto Rico, con ustedes, la gente que amo… pero mi vida, bueno, por ahora la quiero aquí.

Si logro pegarme en el power ball y crear un sistema autosuficiente en el que no necesite ABSOLUTAMENTE ningún servicio gubernamental, consideraría vivir en Planas. Aislada del resto de los problemas sociales de Puerto Rico, obviamente no esperando NINGUNA oportunidad profesional del país, saliendo a visitar a mis seres queridos y guardándome en la cueva de nuevo 😂”

Por otro lado, también Jannheli comenta:

“Es agridulce porque uno siempre va a querer lo de uno, yo estoy con una pataleta porque no tengo estilista como en Puerto Rico. Guío más de media hora para ir a hacerme las uñas con una puertorriqueña. Como en el único restaurante boricua, aunque la comida no sea tan buena y nos cobren carísimo por un arroz mampostea’o y carne frita.

Y cuanto más pasa el tiempo menos me resigno a que la situación en Puerto Rico sea tan mierda.

Vivo en la diáspora como si fuera extranjera de paso. Todos los días leo las noticias de Puerto Rico y hasta chequeo cómo va a estar la temperatura en Planas, como si tuviera que ir a hacer algo allá. Más de una vez me ha pasado que me siento frente al televisor pensando que voy a poner las noticias para saber qué pasó con X cosa de Puerto Rico.

Pero, si me preguntas qué está pasando a mi alrededor, en la comunidad en que vivo… no tengo idea. Me enteré que venía un heatwave porque enviaron un email de mi trabajo.

Yo siempre digo que fui exiliada. Pareciera que es una decisión voluntaria, pero yo no me fui buscando lujos, me fui buscando cómo vivir. Me fui con mucha ilusión, pues acababa de casarme, pero lloré casi las nueve horas de vuelo incluyendo las escalas. Lloré cuando despegó el avión y cuando aterrizó en mi destino.

Yo no me fui porque quise, me fui porque no había nada para mi. Me fui porque NO EXISTÍA la posibilidad de independizarme económicamente después de mi graduación. Me fui sabiendo que la escasez de oportunidades era tal que no existía la posibilidad de ser «autosuficiente» sin el gigantesco préstamo estudiantil con el que vivía.

Y no me parecía justo, ni para mi orgullo propio, ni para la situación económica de mis padres, que volvieran a mantenerme, ya casi con 30 años, luego de graduarme de abogada. Yo no esperaba tener un trabajo de ejecutiva recién graduada, pero yo trabajé en un supermercado con 10 horas a la semana a salario mínimo después de terminar mi bachillerato, y luego de mi graduación de Derecho, las posibilidades estaban bastante similares.

Luego de vivir aquí y darme cuenta de que ya no tengo preocupaciones por cosas básicas, cosas que deberían ser el mínimo requerido para vivir, me hace reflexionar cuán mala es la situación de Puerto Rico, y que se disipa con el sentimentalismo de que no hay nada como el calor humano de nuestra pobre gente maltratada y las bellas palmeras.

Yo no aspiro a una vida de lujos y riquezas, simplemente espero vivir con la tranquilidad de que no tengo que pensar cómo pagar las cuentas y que pueda contar con servicios esenciales a mi disponibilidad.

La situación de Puerto Rico es cada vez peor y la gente se enorgullece de vencer las adversidades. Han romantizado la lucha por sobrevivir en un país que, por las razones que sea, se hunde cada día más. Y nosotros, los exiliados, tenemos que conformarnos con mirar de lejos cómo terminan de comerse al país, con ver a nuestras familias por FaceTime y pedirle a Dios que nada les falte. Con recordarle a nuestros amigos que los queremos igual, aunque estemos lejos, y dar gracias por las redes sociales, que nos permiten de cierto modo ver y participar de las cosas de los que queremos.”