Drogas, prostitución y lesbianismo en busca de llenar un vacío
En Internet, aún vive la huella de lo que fue Denisse, antes conocida como “la patrona”. Múltiples páginas virtuales de contenido pornográfico muestran imágenes de su cuerpo desnudo, en poses provocativas y explícitas. Intenta olvidar el camino que la condujo a estas acciones, pero aún sufre la vergüenza de quien se arrepiente de proyectarse como objeto. La realidad es que no había aprendido a ser diferente. Desde los 13 años, la trataron como un cuerpo sin esencia.
Al cumplir su década de vida, sus padres se divorciaron, causando un vacío que se llenó con rebeldía. Ver a su madre con otras parejas fue un golpe al corazón que marcó su destino. Al menos, así lo cree ella. Llegó a la casa un hombre que estuvo lejos de ver a Denisse como a una hija. Cuando la niña inició el rumbo hacia la juventud, a eso de los 13 años, su padrastro comenzó a propasarse con miradas, actos y palabras intimidatorias. Pero contarle la verdad a su mamá no era una posibilidad, pues la mujer ponía la palabra de su pareja por encima de todo. Veía a Denisse como un estorbo para su relación y celaba a su marido de la niña, en lugar de hacer lo contrario.
Cuando cumplió 14 años, la jovencita decidió irse de la casa con un hombre, sin imaginar que saldría de un infierno para entrar en otro. “No quería convivir con él como pareja, porque realmente yo no sabía lo que era eso, y tenía miedo a esa relación. Pero, ¿qué pasa? Mi papá me dio dos opciones, que si yo era señorita, me metía en un home (institución para menores), y, si era mujer, me casaba. Yo, con el temor de ir a un home, decidí, obligada, ser mujer”, narró Denisse, rememorando su primer encuentro sexual.
Transcurrió un año en que pasaba hambre y soportaba maltratos físicos y sicológicos, hasta que decidió volver a casa de su madre. No pasó mucho tiempo antes de que conociera a su segunda pareja, que se convirtió en el padre de su hija. “Ya que no tuve el cariño de mi mamá ni mi papá, pues pensaba que me lo iba a dar otra persona. Yo creía que en los brazos de un hombre, yo iba a estar feliz”, aceptó la mujer, recordando la etapa en que solo tenía 16 años. Pero, la relación tampoco fue saludable ni duradera.
Tiempo después de separarse del hombre, Denisse conoció al padre de su segundo hijo, con quien terminó tres meses después de haber dado a luz. Las relaciones largas terminaron en su vida, y los encuentros sexuales esporádicos se hicieron parte de su cotidianidad. “Yo creo que yo llegué a tener más de 20 aventuras”, dijo con timidez, como si no tuviera el valor de dar el número real por miedo a ser juzgada.
Mientras terminaba su grado asociado en secretarial, fue ligándose con personas que disfrutaban del “jangueo”, el alcohol y el sexo casual. La calle era el lugar predilecto de la mujer. “No pensaba en mis hijos, no pensaba en nada. Yo decía: ´Ellos tienen lo material, ellos tienen comida, ellos tienen todo lo que necesitan, pues ellos son felices”, contó la mujer, quien dejó a sus retoños a cargo de sus respectivos padres.
El disfrute de lo que muchos consideraban libertinaje, llevó a Denisse hasta el mundo de los narcotraficantes. Ese vínculo le hacía pensar: “Al estar con ellos, siento seguridad, y la gente me va a respetar. Voy a tener el respeto de la calle”. A pesar de que llegó a preparar kilos de marihuana y cocaína, no convirtió en un hábito el uso de las sustancias por miedo a que el vicio la dirigiera hacia la indigencia.
Fue pareja de varios líderes de puntos de droga y, junto a ellos, traficó armas. Más que por amor, establecía relaciones con los “bichotes” a cambio de bienestar económico. “Yo lo que quería era darme a conocer, que me respetaran y hacer dinero con él”, contó la mujer quien participaba de las transacciones para que los narcos la conocieran.
“Si veía que una persona tenía un trabajo justo, normal, y ganaba poquito, no (le hacía caso). Por más lindo que fuera, no. Me gustaba la persona ruda, que estuviera en la calle, que se tenía que dar a respetar”, relató Denisse, quien se ilusionó con la idea del poder y el dinero fácil. No le incomodaba que la utilizaran como objeto sexual e imagina lo que sus parejas pensaban de ella: “Yo tengo chavos, yo te doy lo que tú quieras, pero tú me das tu cuerpo”. Tras años ligada al mundo de las drogas y violencia, comenzó a sentir miedo. “Esta gente tiene sus enemigos y, en cualquier momento, me pueden hacer daño a mí o le pueden hacer daño a mis hijos”, reflexionó antes de alejarse del bajo mundo.
Ya había intentado todo para llenar sus vacíos: sexo, alcohol, drogas y dinero. Nada había funcionado, así que se dio la oportunidad de buscar otro refugio: el lesbianismo. “Me puse bien reacia, no quería saber de los hombres de ninguna manera, como que los odiaba”, detalló la mujer que entabló una relación con una amiga cercana. Sin embargo, solo fueron pareja una semana. Denisse entendió que esa no era su solución.
No tenía dónde más refugiarse. Ya tenía en su cuerpo 18 tatuajes que eran parte de su desahogo. Llevaba cinco años tomando antidepresivos y, aun así, los pensamientos de matar a su familia y suicidarse seguían rodando en su mente. Se había prostituido, había vendido y consumido drogas, había perdido el cariño y respeto de sus hijos y se sentía miserable. La única puerta abierta que quedaba era la de la iglesia, así que, hace cinco meses, decidió dejar sus costumbres atrás e iniciar una nueva vida en la fe cristiana.
Se siente convencida que, esta vez, no abandonará los valores religiosos, como ocurrió en ocasiones previas. Ha visto cómo cambiar su estilo de vida la ha unido de nuevo a sus hijos y la ha hecho sentir en paz, a pesar de la tormenta que dejó tras de sí. Van cinco meses sin vicios, sin sexo y sin rabias. “Soy una nueva criatura”, finalizó.
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