abimelec
Foto: Suministrada

Dice el evangelio de Mateo que ¨si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: ´Pásate de aquí allá´, y se pasará; y nada os será imposible¨. Los padres de Abimelec, fieles pentecostales, trabajaron arduamente para que su hijo creciera con la convicción de que la fe cristiana movería toda montaña que le presentara la vida. Su propio nombre, que se traduce del hebreo como ¨mi padre es rey¨, le recordaría que al tener a Dios como su aliado, nada le faltaría.

El joven creyó, sin dudas, que su nombre profesaba una verdad irrefutable. Pero llegó el día en que imploró incansablemente al que suponía todopoderoso, y no recibió respuesta. Seguía siendo homosexual. ¨Yo dije: ´Esto es simple. Si Dios tiene el poder de hacer que mi vida sea mejor, y yo, de corazón, se lo estoy pidiendo y él no lo cumple, es una de tres: o que no existe, o que no tiene el poder suficiente, o que simplemente no le interesa. Cualquiera de esos motivos es suficiente para no creer en él¨, reflexionó Abimelec cuando alcanzó sus 21 años.

El camino hasta esta conclusión estuvo lleno de sufrimientos que, incluso, le hicieron considerar el suicidio. Las angustias que enfrentó lo hacen pensar que el proceso de aceptarse como gay hubiese sido dramáticamente más fácil si no hubiera creído en Dios desde un principio. ¨Lo único que jodió mi vida fue la iglesia¨, opinó el joven entre risas.

La niñez y parte de la adolescencia de Abimelec transcurrieron sin que descubriera su atracción por personas de su mismo sexo. Fue a sus 16 años cuando comenzó a preguntarse por qué, a diferencia de sus amistades, a él no le interesaba tener una relación amorosa. Estas dudas lo llevaron a recurrir al libro que, a su entender, contenía todas las respuestas: La Biblia.

Indagó sobre cómo el cristianismo entiende la homosexualidad y, cuando estaba próximo a graduarse de escuela superior, admitió que tenía ¨un problema¨ que debía enfrentar y solucionar con la ayuda de Cristo. ¨Yo estaba en la iglesia, y lo veía como que era un pecado¨, contó Abimelec, quien se involucró más que siempre en las actividades de su congregación con la esperanza de que Dios anulara sus tentaciones.

¨Sentía miedo de ir al infierno porque es un pecado, y pensaba que no importa lo que yo hiciera, si era gay iba a irme al infierno. Le pedía a Dios que me hiciera straight todos los días¨, narró Abimelec, reflejando la angustia que vivió en esta etapa.

Llegó a la universidad y se le presentó la oportunidad de participar en el reality show Idol Puerto Rico. Fue en esta coyuntura en que Abimelec tuvo que soportar los prejuicios por ser gay, pues tanto los medios de comunicación tradicionales como los usuarios de redes sociales hacían referencia constante a su homosexualidad, la mayoría de las veces en forma discriminatoria y humillante.

Tras esta experiencia, cuando salió de la competencia, sintió la necesidad de expresarse, así que, por primera vez le reveló a una amiga que era gay.

A partir de entonces, siguió hablando de su orientación sexual con personas cercanas, en un intento por tantear sus reacciones y encontrar apoyo. Sin embargo, la idea de contarles la verdad a sus padres era inconcebible, pues sentía pánico de que reaccionaran de una manera violenta. Tenía como ejemplo a un amigo que fue golpeado, insultado y expulsado de la casa cuando sus padres cristianos se enteraron de que era gay.

¨Yo tenía debajo de la cama como unas maletitas para estar ready para irme de la casa si me lo pedían¨, recordó Abimelec con seriedad. Por fortuna, no fue necesario recoger sus maletas, pues la reacción de sus padres no fue tan negativa como había imaginado.

En realidad, Abimelec no tomó la iniciativa de contarles. Fueron ellos quienes le preguntaron. ¨Estaba un día en mi casa y mi hermano entró a mi cuarto diciéndome que mis papás querían preguntarme si yo era gay. ¡Yo entré en crisis! Ese día hablamos por muchas horas y fue bastante intenso¨, relató Abimelec para luego añadir que sus padres le aclararon que, aunque lo aman, nunca apoyarían su homosexualidad.

La noticia se esparció. ¨La familia dejó de verme como Abimelec y comenzó a verme como alguien gay¨, lamentó el joven, quien decidió alejarse de sus parientes, y relacionarse con personas que lo apoyaran. Asimismo, decidió hablar públicamente de su ateísmo y homosexualidad, temas que guardan especial relación en su vida.

¨A pesar de que no creo en Dios, a la idea de Dios le guardo mucho odio. Es odio porque pienso que la vida pudo ser tan fácil si no hubiese estado Dios, que no veo manera de compensar lo que perdí por culpa de él¨, explicó Abimelec aumentando el volumen de su voz y la velocidad en la que hablaba.

El rencor que siente hacia la idea de una deidad cristiana, lo motiva a escribir sobre el tema en sus plataformas virtuales, como un método de venganza y con el objetivo de concientizar sobre el daño que, según él, puede causar la religion.

Las frustraciones que vivió en el proceso de ¨salir del clóset¨ son su mayor motivación para luchar a favor de la comunidad lésbica, gay, bisexual, transgénero y transexual (LGBTT). Su sueño es poder culminar su carrera en sicología para apoyar a jóvenes desde el plano profesional, de manera que no sufran como él lo hizo.

Mientras tanto, aprovecha todas las herramientas que tiene a su alcance para que se abran canales de discusión sobre el tema: desde pintarse las uñas y usar tacones, hasta investigar formalmente las redes de apoyo y experiencias vividas por la comunidad LGBTT. Entre el amor y el odio, la venganza y la aceptación, solo adora a una idea: la autenticidad.